Stephen King dijo una vez que las pesadillas no están sujetas a la lógica, no tiene sentido explicarlas. La explicación es la antítesis de la lírica del miedo. En una historia de terror la víctima no deja de preguntarse: ¿por qué? Sin embargo no hay explicación. No debería haberla. El misterio sin respuesta es el que perdura, el que acabamos recordando.

sábado, 15 de septiembre de 2012

CRÍTICA DE VIERNES 13 (1980)


VIERNES 13


Ficha técnica:
Director: Sean S. Cunnigham
 
Guión: Victor Miller.Reparto: Betsy Palmer, Kevin Bacon, Adrienne King, Harry Crosby, Laurie Bartram.

Año: 1980




 Reseña:

En 1980, el director Sean S. Cunnigham, que ya había tenido contacto con los asesinos en serie produciendo "La última casa a la izquierda", y el guionista Victor Miller, en el que sería su primer guión en solitario (aunque recibiera la ayuda de Ron Kurtz, sin acreditar), se propusieron crear una película de terror para adolescentes que fuera un éxito inmediato, tal y como había ocurrido con "La noche de Halloween", dos años atrás.

Para ello, y pese a quien pese, es cierto que decidieron tomar los mejores elementos de la obra maestra de John Carpenter: un asesino solitario y silencioso, escenas de muerte en primera persona y un grupo de adolescentes, más preocupados por el sexo que por sus obligaciones. Muestra de tal plagio es la escena inicial, casi un calco de la primera escena de Halloween: una pareja joven está en un desván, empezando a enrollarse. Mientras escuchamos sus voces y gemidos, la cámara en primera persona avanza escaleras arriba. Sabemos qué va a pasar, aún así, es un momento de tensión muy conseguido. Esas dos muertes al inicio de la película son un punto de partida prometedor, aunque nos estemos dando cuenta de que vamos a ver una estructura argumental similar a la película que dio la fama a Jamie Lee Curtis.

Sin embargo, hemos de reconocer muchas virtudes a la película de Sean S. Cunnigham.

Primero, su ambientación: Cristal Lake es un lugar misterioso, con su propia maldición y su leyenda. Fue todo un acierto enmarcar la película en un campamento de verano, con su lago, sus cabañas de madera y sus muchos rincones entre los árboles donde pueden acechar los peligros. Los campamentos de verano son, por naturaleza, lugares donde los niños se vuelven hombres y los hombres no son más que adolescentes. Aquellos que hayan tenido la suerte de ir de campamentos sabrán que es una experiencia magnífica, pues no hay padres, los monitores suelen ser gente joven, además estás en contacto con la naturaleza, que hace fluir los instintos más salvajes y competitivos de los seres humanos. Es verano, hace calor, hay chicos y chicas, las hormonas se revolucionan, ¿acaso se puede pedir un ambiente mejor para que un asesino en serie actúe?

El segundo logro de la película es la invención de su propia leyenda. Al comienzo, ya hay un viejo loco que advierte a una joven sobre la maldición de Cristal Lake. "Vas al campamento sangriento, ¿eh? Nunca volverás, chica." Dice el pobre con poco poder de convicción. Poco a poco nos vamos enterando de más datos sobre lo ocurrido: dos chicos fueron asesinados en 1958, un chico se ahogó en 1957, en 1962 el agua estaba envenenada, en otras ocasiones hubo incendios. ¿Qué pasará en ese campamento?

Ahora que han pasado más de treinta años y ya conocemos todos la historia de Jason Voorhes, no nos sorprende pero, a aquellos afortunados que fueron a ver el estreno de Viernes 13, me imagino que el argumento les debió parecer novedoso y sorprendente. La manera en que se va creando su propia mitología y cómo encaja todo al final es magnífica.

Y ahí viene el gran logro, la brillantez, la fama de Viernes 13: su apoteósico final. Si Sean S. Cunnigham y Victor Miller hubieran sido convencionales, simplemente nos habrían contado una historia sobre un grupo de jóvenes que van muriendo, a manos de un despiadado y anónimo asesino, como pasaba en numerosas producciones del género. Mas, ellos prefirieron dejar lo mejor para los últimos minutos de la cinta.

Lo que viene a continuación es un Spoiler, si no has visto Viernes 13, no sigas leyendo.

Cuando todos los demás monitores han fallecido, Alice permanece encerrada en una de las cabañas, armada con un bate de baseball, desesperada por no saber qué hacer ni qué ha ocurrido. En ese momento, unos faros aparecen a lo lejos. Ella, creyendo que se trata del dueño del campamento, abandona la seguridad de la cabaña. No obstante, la persona que baja del coche no es Steve, sino una mujer de aspecto amable que se presenta como la señora Voorhes, una vieja amiga.

No sé si el público que veía la película se olía el final, sin embargo, yo reconozco que, la primera vez que pude ver Viernes 13, no tenía ni idea de que esta dulce anciana, que bien podría ser nuestra madre, era la asesina. Durante unos minutos, la señora Voorhes nos despista, con esa voz cándida y sorprendiéndose de los asesinatos. Es entonces cuando nos va revelando la verdad.

Un niño se ahogó en el lago, mientras los monitores no miraban porque estaban haciendo el amor. La señora Voorhes era la cocinera del campamento y, además, la madre de aquel desafortunado, que no sabía nadar. Por eso, mató a la pareja de monitores y, durante todos estos años, ha estado haciendo lo imposible porque el campamento permaneciera cerrado, escuchando en su cabeza los gritos de su hijo Jason, que la anima a que asesine a cualquiera que llegue a Cristal Lake.

Toda una revelación, que la pobre Alice no esperaba.

Tras ese formidable discurso, comienza la típica pelea, persecución y enfrentamiento final, entre las dos mujeres. Todo ello a la vez que la señora Voorhes, poniendo la voz de Jason, dice una y otra vez: mátala, mamá, mátala.

El lago será testigo de esa lucha, en la que Alice consigue sobrevivir, cortándole la cabeza a su enemiga, con un enorme machete, que con los años se convertirá en el arma favorita de Jason.

Hasta aquí, si en ese momento hubieran puesto los títulos de crédito, habríamos tenido una película de terror notable, pero no sobresaliente. Sin embargo, conscientes de que dejar la puerta abierta para una posible secuela era lo más lógico, hay un añadido final, una escena que pilla por sorpresa y nos hace temblar en nuestros asientos: Alice, montada en una barca, surca el lago toda la noche. Ya, de día, agotada por lo acontecido, observa afortunadamente que llega la policía. La música, del gran Harry Manfredini compositor de numerosos títulos de terror, es calmada y da una sensación de tranquilidad. Es entonces cuando una monstruosa figura surge del lago, agarra a Alice, vuelca la embarcación y la sumerge en las sucias profundidades.

La siguiente escena es en un hospital, Alice despierta gritando. ¿Ha sido un sueño o realmente aquel niño que se ahogó sigue vivo? La policía le dice que no han encontrado ningún niño en el lago, pero ella afirma que aún sigue allí. Fundido al negro.

Sin duda, se habían plantado las semillas para futuras secuelas y, sobre todo, para crear a ese psychokiller, uno de los más famosos del cine, conocido como Jason Voorhes.

Viernes 13 fue todo un éxito en el verano de 1980, costó apenas 700.000 dólares y recaudó, solo en Estados Unidos, 39 millones de dólares, superando incluso a
El Resplandor en número de espectadores. La crítica del momento fue dura con la película, pero poco le importó a la productora tras las ganancias.

La banda sonora de Henry Manfredini también fue uno de sus aciertos. Hoy día todo el mundo reconoce el característico ki, ki, ki, ki, ma, ma, ma, ma, con la cámara en primera persona, profetizando la muerte de algún muchacho ingenuo. Por cierto, esas sílabas son producto de una de las frases más famosas de la película, que antes hemos citado: mátala, mamá, mátala (en inglés, kill her, mommy, kill her).

En 1981, llegaría la secuela, infinitamente inferior, aunque su protagonista sí fuera ya Jason Voorhes. Pero eso, es otra historia.

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